josele
Josele era un gran amigo de mi padre y también mi padrino.
Josele nombró albacéa a mi padre que una
vez me dijo, una vez fallecido su amigo, que menos mal que cuando pasó todo sus
hijos Julio y Mercedes ya eran mayores porque mi padre nunca le han gustado
estas cosas.Yo le quería mucho era una persona estupenda muy cariñoso y alegre.
Un día tendría yo
unos diez años y estando en Vinuesa donde pasábamos los veranos con un montón
de familiares y amigos Josele me dijo:
- Quique mañana te
voy venir a recoger y nos vamos a ir los
dos solos a Soria. Que. ¿te parece bién?.
Claro que me parecía
bien estaba encantado.
Había estado otras
veces en Soria alguna vez cuando había que comprar algo que no había en el
pueblo y también en casa de unos primos que veraneaban allí. Aquella vez con
mis primos estuve pasando unos días. Me llevaron un par de veces a una piscina
que era privada pero donde les invitaban a ir. Uno de los días nos metimos J. el
primo que era de mi edad y yo a cambiarnos en el baño de “caballeros” que había cerca de la piscina y que hacía
también las veces de vestuario. Como nos daba vergüenza que nos vieran desnudos
nos cerramos la puerta y al momento cuando ya estábamos desnudos un señor empezó a
golpear la puerta:
- Abrid la puerta inmediatamente.
Los dos que ya
estábamos desnudos abrimos como pudimos la puerta y entonces aquel señor dijo:
- ¡En esta piscina no se cierran las puertas! ¡No hay que
tener vergüenza que somos hombres! o algo así.
Claro debimos de
pensar nosotros, no teníamos porqué tener vergüenza aunque tampoco teníamos
porqué no tenerla. En todo caso era cosa nuestra y no de aquel señor que con la
excusa de una norma absurda ya nos había visto como había querido porque
tampoco se fue después de decir aquello y se quedó viendo como acabábamos e
ponernos los bañadores. Afortunadamente la cosa no pasó de ahí pero ocurrió
otra cosa:
Un niño algo menor
que nosotros vino, cogió mis zapatillas y las tiró al agua. Cuando le pregunté
que porqué me las había tirado se rió y entonces le di una patada en la pierna.
El tontolaba aquel lloraba y a la vez me decía:
- ¡Lo tuyo ha sido
peor porque lo has hecho por venganza!
Yo no sabía porqué
me había tirado él mis zapatillas que además eran el único calzado que me había
llevado, pero supe la razón pronto. Mi primo J. vino por la noche y me dijo:
- Quique, cuando te pase una cosa así con fulanito (se
refería al tontolaba) no le pegues, aunque tengas razón, porque si no no nos dejarán volver a la piscina.
Así que el niño
aquel me había tirado las zapatillas al agua simplemente porque podía. Intuí
que debía ser el dueño de la piscina.
Volviendo a Josele que
es lo importante de esta historia, yo estaba encantado de que mi padrino me llevara a Soria y además
los dos solos mano a mano. Aquella noche pensé que seguro que vendrían también
sus hijos y seguramente otros niños, aquello era lo normal pero no fue así.
Josele vino puntual nos fuimos. Me llevó a tomar una coca-cola a un bar. Luego
me llevó a una juguetería y me dijo que eligiera algo que me gustara mucho. Yo
elegí una escopeta que disparaba bolas de plástico y después volvimos a Vinuesa
por el camino me dijo:
¿Quieres conducir? y
me sentó encima suyo y me dejó llevar el volante un buen rato. Después de esa
vez no he vuelto a conducir nunca más.
Pasaron muchos años
unos ocho o diez y un día me vi en
Madrid visitándole en una conocida clínica. Josele tenía cáncer y había tenido
una de sus recaídas. Me recibió en su habitación con la mejor de sus sonrisas.
- Estaba en Madrid y he venido a verte.
- Pero ¿has venido a verme a mi o a alguna chavala?
- A una chavala Josele.
- ¡Pero hombre haberme mentido! y se reía como hacía siempre
de mi candidez.
Estoy seguro de
que ya lo sabía y me estaba tomando el
pelo. Me dijo que le acercara una chaqueta que tenía en el armario y me dio una
propina. Antes de irme me preguntó si había venido en metro y le dije que
sí que en la línea gris (no recuerdo el
número).
Después nos volvimos
a ver en Vinuesa y en Zaragoza donde tenía tantos amigos. Trabajó hasta el
último momento hasta que se fue.
Estos días de
verano me acuerdo de él, de aquel día
que me dedicó a mí solo y que tanto le agradeceré y sobre todo lo que aprendí de él. Siempre he pensado
que fue una suerte conocerle por muchas cosas y porque no es común conocer a
alguien que sabía vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario