sábado, 25 de noviembre de 2017

El anillo

Parecía un anillo de plata vulgar y corriente, feo, plano, brillante por dentro y mate por fuera, fino y lleno de pequeñas rayas y de abolladuras causadas por el uso, y sin embargo, tenía una gran cualidad.

Lo compró en la platería de al lado de su casa justo después de separarse. Siempre había querido llevar una alianza, pero como a su ex-mujer, los anillos no le hacían ninguna gracia, dejó el asunto de lado mientras estuvo con ella. Fue cuando ella lo abandonó, cuando decidió encargarlo.

Tras el divorcio se derrumbó. Se sentía como si su cama, en la que ya pasaba casi todo el día, hubiera sido trasladada a un edificio en pleno proceso de demolición y la gran bola de acero, con la que se derruían las paredes y las vigas de hormigón armado, lo golpeara a él de lleno, a cada momento, con cada respiración.

Al verlo tan destruido, su psicóloga, le recomendó que comprase un objeto que pudiera llevar siempre encima a modo de amuleto, de tal forma, que pudiera tocarlo cada vez que comenzase a sentir las palpitaciones, el sudor frío, el ahogo, las nauseas o el dolor en el pecho que le producían su ansiedad y su depresión. Mientras la psicóloga hablaba de todo esto, él pensó inmediatamente en un anillo. Si aparecían los síntomas, dijo la psicóloga, debía  tocar ese objeto, y repetirse a si mismo una frase:  "Ahora estoy en el presente, soy adulto y tengo los recursos necesarios para estar en el mundo y para salir adelante".

Unos días después de la consulta psicológica recogio su encargo. En cuanto deslizó el anillo en el dedo anular de su mano izquierda y el calor de su cuerpo se trasladó al metal, una tranquilidad desconocida se apoderó de él, los latidos de su corazón y su ritmo respiratorio se habían acompasado. No podía imaginar que aquella treta casi infantil, pudiera darle tantos y tan rápidos resultados: un amuleto, un mantra, un poco más de valor y de constancia y su enfermedad podría ser combatida y quizás conjurada para siempre.

Pensó entonces en lo finas que son las lineas que separan las cosas verdaderamente importantes, como la enfermedad y la vida, tanto, que a veces basta un tosco anillo de plata para curar,los males del alma, del cuerpo y hasta de los sueños. Basta con un objeto cualquiera que sirva para forjar una alianza,  para comprometerse con alguien, aunque a veces ese alguien, sólo pueda ser, por exigencias del guión, uno mismo.







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