Un desamor
tremendo, no sé si me entiendes. No me refiero a un fracaso sentimental. Yo me
refiero a algo más profundo, a algo que está más adentro. Me refiero a la falta
de amor. No a la falta de amor real, pues a casi todos al final acaba por querernos
alguien, sino a esa carencia asentada y sentida desde el inicio de la vida.
Si fuera más
insensible no lo notaría y si fuera más débil aceptaría cualquier droga o me
metería en cualquier cama o desaparecería para siempre para no sentirlo más.
Aquí está mi
viejo compañero dispuesto a no dejarme ni un solo momento, ni siquiera en los
peores.
No me digas,
lector, que te estoy desolando. Si puedo tocarte eso con mi pluma es porque «eso» tú ya lo
tienes allí dentro y es tuyo y no mío. Disculpa si te he pinchado un poco con
esta tinta azul que lleva mis cuadernos y mis noches en vela.
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