1534- Los creyentes no obedecen a sus dioses, los imitan.
lunes, 29 de septiembre de 2025
domingo, 28 de septiembre de 2025
Quietud
La quietud perfecta de un despertar de la infancia a media tarde, la luz de verano colándose entre las rendijas de la persiana de lamas de madera sin tratar, el polvo en suspensión flotando como las estrellas en la noche y cayendo en un espectáculo grandioso en cada una de las respiraciones del niño sin preocupaciones que todavía es uno.
Más tarde le escena se repite, el niño es ya adolescente y ya no ve nada de lo anterior, apenas lo mira un segundo para replegarse en su interior, que está lleno de ilusiones, de deseos, y de poca paz.
Durante la juventud, ya en otra habitación, este despertar de la siesta se ha convertido en un descanso temporal en las fatigas diarias, uno que se usa ya solamente con el objetivo de poder continuar
Uno es ya un hombre maduro que descubre es estos momentos un oasis del que ya no querría salir y del que se ve obligado a marcharse, casi exclusivamente, por urgencias en la micción
De la vejez, no sé todavía nada, aunque he considerado que soy anciano desde los ocho años, en el plano mental, pues a esta edad, tras una grave enfermedad tuve una crisis de fe y una existencial que en otras circunstancias no habría tenido que afrontar hasta los cuarenta, pero ¿Seguirá existiendo este remanso, contendrá más dolores y recuerdos que la entorpezcan? ¿será más un deseo de descanso eterno, o de transformación en un gato casero que un disfrute del mismo momento? En fin, pronto lo sabremos, o no.
sábado, 27 de septiembre de 2025
Divagaciones recreativas 1513
1513- Recuerdo que mi padre, a veces, cuando de niño le contaba mis problemas al final del día, me decía: “Anda, duérmete, que de noche se ve todo muy negro”. Siempre le agradeceré que no quitara importancia a mis problemas y que me diera una solución para todos ellos, pues, por la mañana, el cerebro había hecho su trabajo y el sol iluminaba la situación desde otra perspectiva, desde luego, mucho más luminosa.
viernes, 26 de septiembre de 2025
Divagaciones Recreativas 633
633- No existe, creo yo, en español, una palabra para denominar el dolor mental, la tenemos para las migrañas, para la metatarsalgia y para todo tipo de dolores de cualquier parte del cuerpo, pero para el dolor de la mente no hay una palabra concreta, aunque se produzca en un lugar tan concreto como cualquier otro dolor, en el sistema nervioso central, en el cerebro, es algo que se oculta tanto que ni siquiera tiene nombre, para que sea imposible nombrarlo.
jueves, 25 de septiembre de 2025
La señora del abrigo
Hace unos días, a mitad de la mañana, me vi sentado en un café al que hace algún tiempo al que no iba. Había salido de casa a hacer unos recados y necesitaba descansar antes de seguir, así que pedí un cortado y saqué mis útiles de escritura y lectura, que siempre llevo encima para cuando se dan estos casos.
Mientras estaba centrado en encontrar la última página escrita de una de mis libretas, noté que una mirada hostil se centraba en mí y lentamente, sin hacer ver que me había dado cuenta, levanté la cabeza para intentar saber de dónde venía aquella energía que estaba perturbando mi escritura.
Al momento, de entre toda aquella multitud que abarrotaba el café, distinguí a mi observadora, era una señora mayor, entrada en carnes, que embutida en un abrigo de lana fino de cheviot, naranja, gris y negro, con cinturón y boina a juego, me atravesaba con una mirada llena de un odio que yo no había experimentado antes, sin importarle además, que yo la estuviera viendo a ella a mi vez.
Intenté hacer memoria, por ver si la conocía y podía identificar el origen de aquella inquina tan voraz que me procuraba, y entonces me di cuenta de que no la conocía en absoluto y de que probablemente ella tampoco me conocía; la mujer no me veía a mí, estaba mirando en su interior una imagen, una a la que algo en mí le había llevado en su recuerdo, y que le había traído aquél sentimiento tan extremo, por eso estaba tan absorta, así que habiendo encontrado una explicación, me centré de nuevo en mis cosas, y al rato, después de haber pasado unos minutos concentrado, intenté volver sobre ella, pero ya no estaba en su mesa, ni tampoco la taza, ni la tetera de la infusión que había tomado.
Me pregunté entonces si no podría haber sido aquella mujer una alucinación, o una proyección de mi mente, o si se había levantado sigilosamente y su vajilla había sido recogida al momento con igual discreción.
De haber sido una alucinación no habría sido esta la primera, de niño, mientras cenaba con mi hermana en la cocina, vi a mi padre en pijama asomado, muy serio, a través de la rendija que dejaba de la puerta entreabierta. Al verlo tan serio y en pijama, que él no se ponía nunca antes de irse a la cama, me quedé muy impresionado, aquella imagen no era propia de mi pequeño mundo. Un rato más tarde al acabar mi plato de salchichas con puré de patatas, le pregunté a mi madre, que nos estaba atendiendo en ese momento, si Papá se había puesto el pijama, y ella sin pensarlo me dijo sonriéndose que no, que Papá estaba en el salón. Efectivamente, cuando mi hermana y yo salimos de la cocina y fuimos al salón para jugar un rato con nuestro padre, como hacíamos todas las noches después de cenar, él estaba en el sofá vestido con ropa de calle, como siempre.
La experiencia en el bar con la señora de naranja, a la que algo en mí había llevado a su sentimiento de odio interior, que a su vez me había llevado a mí a mi propio interior, y al recuerdo de la única alucinación de la que soy consciente, me dio que pensar en cuánto de la realidad podría ser una ensoñación, un recuerdo, una proyección, y recordé una idea que había esbozado hace tiempo, cuando al estar durmiendo, fui consciente de que existía un lugar imaginado, en mi mundo onírico, al que iba a veces cuando me perdía soñando. A raíz, digo, de esta revelación, otro día, estando en un plácido estado de duermevela, descubrí que había además personajes recurrentes, también imaginarios, con los que me encontraba a menudo en sueños, recuerdo que pensé al ver a uno de ellos, “Eh, a ti yo te conozco”, para despertarme después y poder así recordar esta circunstancia,
Pensé también que había cosas que se decía que no se podían hacer en sueños, como leer, puesto que al parecer al cerebro no le da tiempo de poner en el libro un texto coherente, que no advirtiese al soñante de estar en un sueño, lo que haría que se despertase, y también soñar con música, y me sorprendió que yo podía hacer ambas cosas. Esto, con casi total seguridad, se debe a mi condición de buen músico aficionado y de buen lector. Estos escritos soñados son una retahíla de palabras engarzadas, con el sentido justo que tendrían si fuesen leídas muy por encima, y la música se limita a melodías muy simples que se repiten como quien las silba distraídamente, y a veces una especie de tormenta sonora que emitiera una gran orquesta, con todos sus miembros tocando un acorde inmenso, entendí entonces que seguramente otras personas podrán hacer otras cosas ligadas a sus actividades diurnas. Reflexioné además sobre qué sentidos pueden ser soñados como la vista, el oído, el tacto, y cuales no, como el gusto o el olfato, a no ser que procedan de olores que provengan del mundo real, estos dos, al menos quedan fuera de mi alcance.
Me di cuenta, por fin, de que podíamos saber qué personajes reales se inmiscuían en nuestros sueños, pero no adivinar qué seres vivos y elementos de nuestros sueños vemos sin saberlo en la vigilia. Pensé de nuevo en la señora del abrigo naranja, gris y negro y en si sería una persona de la vigilia, de los sueños, una proyección o una alucinación, y concluí que en mi cerebro, en mí, para mí, igual de real sería si fuese una proyección, una alucinación o un un sueño.
Recogí entonces mis útiles de escritura, pagué el café y tras despedirme de la camarera me marché, a proseguir con mis recados.
Las temporalidades
Las temporalidades en general no coinciden, cada cual tiene varias, al menos dos, la exterior y la interior, que se ven afectadas en todo momento la una por la otra y las dos por las de cada una de las de los demás, por todas, incluyendo también las de los gatos por ejemplo, y está es la razón por la que cuando las temporalidades coinciden ocurren milagros amorosos, creativos.
Volviendo a los gatos, cuando quise tener no uno, sino dos gatos, tenía yo cuarenta y tantos años y vivía de nuevo con mis padres, así que les pedí permiso y ellos encantados dijeron que sí, pues siempre les han gustado estos seres.
Así me puse en contacto con una pareja que vivía en las afueras de Zaragoza y dediqué mi día libre a tomar un autobús, quedar con ellos y conocer a los dos gatos que daban en adopción. Nos metimos los tres en el dormitorio, nos sentamos en la cama y dejaron entrar a los gatos, que eran unos cachorros grises atigrados con unos ojos azules espectaculares. Me quedé quieto dieciendo “ a ver si les gusto” y ellos, poco a poco se fueron acercando, les di mi mano a oler y después de esto, ellos, empezaron a trepar por mis piernas y por mi espalda. Al parecer había pasado yo la prueba de calidad, y además ellos me habían encantado a mí, así que volví muy contento a casa, con el beneplácito también de la joven pareja, en uno de esos autobuses que a última hora de las tardes de hacienda, van casi vacíos entre las ciudades dormitorio y las principales.
Al día siguiente por la mañana visité al veterinario del barrio, al que ya habíamos llevado a todos los demás gatos que habíamos tenido, para preguntarle cuanto me costaría esterilizarlos, ponerles las vacunas y sendos chips, para que no se me perdieran, y de repente me di cuanta de algo en lo que hasta ese momento no había pensado; mi padre estaba inmuno deprimido ¿Sería un problema para él convivir con dos gatos? El veterinario me lo desaconsejó absolutamente, al parecer es muy difícil que una enfermedad, un parásito, un hongo, se transmita entre especies diferentes, pero con una persona inmunodeprimida había que tomar todas las precauciones.
Andaba yo por aquel entonces muy corto de ilusiones, pero tuve que abandonar esta, por razones obvias.
Sin embargo al cabo de un año pude irme a vivir solo y entonces retomé mi afán. A algunas personas nos resulta difícil vivir sin gatos, y encontré al que ahora vive conmigo, Epi. Solo podía ser uno, aunque también atigrado, y de ojos azules, porque la casa era minúscula,
Cosas de la vida, tras fallecer mi padre, volví de nuevo a la casa madre, esta vez con gato, y aquí estamos los tres, mi madre, Epi y yo, compartiendo como no puede ser de otra manera, todas nuestras temporalidades, comprendiéndolas y acomodando unas a otras, pues en eso también consiste la buena convivencia.
Así, por ejemplo mi gato, como el resto de los felinos del mundo, se activa por las noches, y cuando en esas horas tiene hambre, si oye que me remuevo en la cama, lo que quiere decir que voy a levantarme al baño, aparece en el dormitorio, me sigue al servicio pidiéndome insistentemente aquello que hubiera podido cazar si viviera en libertad, pero si ve que ya van pasan las horas y no me despierto para darle lo suyo, mete su cabeza en el hueco de mi mano, para intercambiar, las caricias que mientras me despierta, esas que graciosamente me permite prodigarle, pretende cambiarme por un trozo de lata de las buenas.
Mi madre sin embargo desayuna muy pronto, cuando se cansa de estar a veces ya despierta en la cama, y vuelve a ella. Cuando me oye rondando por la cocina preparando el café y las tostadas, la oigo salir de su habitación de camino a la cocina para tomarse conmigo su segundo café, Sé que lo hace para ver cómo estoy de mis males, y yo, a mi vez, le sonsaco los suyos.
Por la tarde cada uno anda en sus cosas, Epi en sus tremendas siestas en el patio, mi madre en sus novelas, las de la tele, y yo en las mías, de papel, y por la noche ella es la primera en retirarse, viene a mi cuarto a despedirse, y a decirme si hay o no que regar las plantas, entonces yo, tras regar o no, entorno mi puerta, bajo el volumen de la televisión, y del amplificador de la guitarra eléctrica con la que zarceo mientras veo alguna serie antes de acostarme,. pues esto me relaja tanto como el nunca suficientemente ponderado orfidal
He hablado, habrá notado el lector, solo de las temporalidades externas, pues de las de dentro, que son las que nos impulsan a levantarnos de repente de la silla para ir a por un poco de agua, o a buscar el teléfono, nadie, ni siquiera uno mismo de las suyas, sabe a duras penas algo.
Archivo : "Compteur de Tierces" de Louis Moinet.jpg Este archivo está licenciado bajo la licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported . https://commons.wikimedia.org/wiki/User:Hohum
El ambiente interior
Me gusta leer los libros de ciertos escritores seguidos, hasta llegar al punto en que en su tiempo interno se confunde y solo quede en mi cabeza el ambiente que crean en sus obras, esa sensación única de sus mentes, esa gran y única imagen mental en la que cada uno se condensa,
Porque hay autores, que tienen su propio timbre imaginario; igual que la voz de cada persona tiene su timbre único, ellos tienen su propia voz ambiental, eso le ocurre a Milan Kundera, a Virginia Woolf por ejemplo, o a Thomas Bernhard, no hay más que abrir cualquiera de sus libros para sumergirse uno en sus cerebros, en sus privilegiados mundos interiores.
Lo mismo ocurre con Bach, que siempre produce la misma calma, una quietud cuyas imágenes están siempre llenas de una esperanza plena de belleza, con Zelenka, con ese amor que se expresa en lo divino, con Pergolesi, con tantos otros, cada uno con su firma de pensamiento y sentimiento única y perfecta
Esto es más común, creo yo, en el caso de la música barroca, porque hay en estos autores lo que Ortega y Gasset llamó, una “fe viva”, en ellos la fe es religiosa, aunque trasciende a lo espiritual. En otros creadores esa fe puede tener como objeto, la vida, el deseo de comunicarse, de equilibrar sus vidas, el amor por otra persona o por su mismo arte.
Con el arte sucede algo glorioso, que consiste en que los impulsos neuronales, tanto emocionales como intelectuales de otro ser vivo, pasan a través de la obra, del sistema nervioso de los autores a los nuestros, en una suerte de multiplicación energética, comunicándonos, superando la distancia física temporal, e incluso la diferencia en el estado vital, pues muchos de estos artistas hace tiempo que no existen, Este proceso es lo más parecido que poseemos a vencer a la muerte, en el caso del creador y a la soledad, que es como morir un poco, en el caso del receptor de la música, de la obra escrita, pictórica, o de cualquier otro tipo.
Todo esto sucede, en mi modesta opinión entre las mentes humanas, en general, con los recuerdos nos generamos unos a otros, lo único que diferencia esta interacción con la que tenemos con los verdaderos artistas, es que ellos lanzan al mundo un recuerdo universal y común, dentro del que los demás podemos recrearnos, y lo que es más importante, al ser un mensaje común, reconocernos y comunicarnos en él.
Fotografía del cuadro Retrato de Giovanni Battiste Pergolesi (1710-1736). Autor Domenico Antonio Vaccaro. Propiedad del Museo Storico Musicale del Conservatorio Di Musica San Pietro A Majella. Fuente: Wikipedia, dominio público
viernes, 12 de septiembre de 2025
1329
1329- Los creyentes en una hermandad humana, quizá deberían tener en cuenta que ni siquiera hemos sido capaces de crear un lenguaje de signos universal, ni un sistema de escritura para invidentes universal; cada país, cada gestor de cada una de las lenguas, ha creado su propio idioma y escritura nacionales, ligados a la lengua y gramáticas patrias, lo que demuestra que no hacemos más que hablar de tirar abajo las barreras, pero que no somos capaces de vivir sin ellas, pues vamos construyendo unas según otras van quedando obsoletas.