El cuerpo es un viajero del tiempo, Un ente que viaja, que se deteriora bajo el influjo de unas sensaciones que nunca cambian, siempre las mismas; la luz, el placer del agua caliente, el olor salado de la brisa marina, la punzada de dolor en encía, donde descansa la muela enferma.
Atraviesa el cuerpo el espacio entre las mismas cosas y él, que no es el mismo, sigue percibiéndolas de la misma manera, mientras cambia, mientras muere.
¿Es la adaptación de la sensibilidad del cuerpo al mismo estímulo, el que da a este la misma apariencia y sensación, o esto ocurre por intervención de la memoria?
Me inclino ante esto último. La sensibilidad decrece con el deterioro de los sentidos, por eso el cuerpo es un viajero del tiempo, que lleva de viaje cada impulso, cada estímulo presente, para seguir reconociéndolo como propio e inmutable, al pasado, a la memoria.
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