En mis sueños
a mi viejo buzón, el de la primera casa en la que viví, el de la primera casa
que tuve y que perdí, siguen llegando cartas.
Estoy en el
portal, el buzón esta lleno de cartas y no las puedo sacar.
Desisto
frustrado. Recuperarlas desde hace mucho tiempo es imposible.
Subo al
ascensor. A la casa sí que puedo entrar, pero la casa está vacía.
Las mismas
moquetas, las mismas puertas, los mismos armarios, pero dentro de ellos, nada.
El mismo olor
destilado durante años por las personas que vivimos allí. En mis sueños mi
primera casa todavía huele a nosotros, pero nosotros ya no estamos.
Abro la
ventana de la cocina que da a un amplio patio interior cuadrado. También el
patio sigue igual, con sus baldosas color teja.
Aúllo contra
el suelo del patio con una añoranza profundamente íntima y desesperanzada y el
suelo del patio recoge mi voz como me acogió el seno materno contestándome con
un eco primigenio cálido y perfecto.
Entonces salto
con fuerza al vacío. Sé que esta es la única forma de volver, pero entonces me
despierto, desgraciadamente como siempre, justo antes de tocar el suelo.
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