Cómo se ha apuntado un amigo al concierto de Cuti Vericad vuelvo a Musicopolix Zaragoza a por otra entrada y a la salida me siento en un banco, uno que está orientado hacia la Plaza del Pilar.
Lo primero que me viene a la cabeza es un recuerdo, hace casi veinte años presenté mi segundo disco en el centro Joaquín Roncal, y lo segundo otro, que hace más de treinta hice un concierto en el bar que hay frente a mí, que entonces se llamaba "Bomarzo" en honor a la novela de Mújica Laínez, y que ahora se llama simplemente "San Braulio" como la plaza. Pienso entonces que hay que ver la cantidad de tiempo que pasamos dentro de nosotros mismos, y en como el pasado influye sobre el presente, y por tanto sobre el futuro, al ser el cimiento en el que se asienta todo. Salgo entonces de mí mismo y veo en otro banco, a mí derecha, una pareja de mi edad haciéndose un selfie, para tenerse a sí mismos, y en el callejón que lleva a la Plaza del Pilar veo otra chica que alza la mano con su móvil hacia el cielo, imagino que está haciendo una foto a una nube, pero cuando comienza a peinarse me doy cuenta de que es otro selfie.
Me da que pensar en que antes, o eso pensaba yo, el ser humano miraba más lejos de sí mismo, todo lo que podía, miraba libros para cultivarse, para crecer, miraba el cielo que fue su primera pantalla, nunca por cierto superada, con sus nubes durante el día con sus estrellas por las noches, viene a mí cabeza la imagen de un compás, de aquellos que sirven para dibujar, y me figuro que hoy día somos como compases que solo miramos dentro del círculo que podemos crear con los brazos extendidos girando, con un teléfono en la extremidad que pinta el circulo pequeño de nuestros mundos, que ya no son mundos sino burbujas.
Para salir de esta triste ensoñación, me coloco los auriculares y escuchando al gran Bach que me transporta a otro universo musical y humano, me retiro de nuevo a casa, a descansar de tanto pensamiento.
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