Lo que está ocurriendo en la música comercial es un reflejo de lo que las autoridades culturales y por ende la industria promocionan y dejan de promocionar.
Dejando a un lado que un concurso musical, es decir, la competición, es algo ajeno a la música, se presentan a los festivales televisivos individuos, no grupos, puesto que la sociedad promueve la competencia individual extrema, y no la cooperación que en un grupo de música hace falta para crear y tocar.
Antes también se presentaban cantantes solistas, pero iban acompañados de una orquesta, de un grupo de músicos, con el que tenían que ensayar, que cooperar. Hoy día esta orquesta se ha sustituido por música pregrabada, no se hace ni play-back, pues hay que quitar del escenario cualquier referencia a la maestría de los músicos y de un director, o a la pericia de esforzados interpretes de música moderna, para llenar el espacio que antes ocupaban la orquesta, los instrumentos, los músicos, por espectáculo, ni siquiera por un buen ballet de danza clásica o moderna, sino por sencillas coreografías eso sí, muy espectaculares, que tampoco llegan a ser artísticas, ni tampoco son la expresión artística de unos músicos que disfrutan mientras tocan. Hasta el vestuario, o la ausencia de este, tiene más importancia que las canciones, que la música.
En definitiva se ha sustituido, como en el resto de las actividades humanas, la creatividad, la experiencia, la sabiduría, la sensibilidad, el arte, por un simple espectáculo vacío de contenido y de cultura.
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