Hace unas noches, tras varias horas de servicio, ya sólo quedaba una mesa de doce personas en el comedor. Habían llegado tarde porque venían del trabajo, era una cena de empresa de gente bastante joven, muy simpáticos. De hecho una de las chicas había sido camarera hacía años en nuestro bar.
Se habían ido animando con el vino blanco y estaban montando la jarana propia, aunque no necesaria, de algunas cenas de empresa.
El caso es que habían acabado de cenar ya hace bastante rato y yo ya había ido varias veces a intentar tomárles los cafés, sin éxito. Estaban a lo suyo, así que comencé a avanzar en lo que se podía, llevé el barril de cerveza de repuesto a la barra, plegué los cartones para dejarlos preparados para cuando los sacáramos a la basura, fui repasando los cubiertos que ya estaban fregados, y un montón de cosas más. Para hacer alguna de estas tareas tenía que pasar por delante de su mesa y de repente vi que uno de los comensales estaba sacando una foto al grupo, vi mi oportunidad y le dije:
-¿Quiere que haga yo la foto?
- Sí , por favor , qué bien, así salgo también yo
Así que el señor me dio su teléfono se sentó y se prepararon todos para la instatánea.
A ver, a ver, dije yo, los de la derecha un poco más juntos, por favor que si no no salen, y ahora, continué mientras sacaba la libreta del bolsillo y la apoyaba sobre el teléfono ¿Qué cafés van a tomar?
La carcajada fue unánime pero me dijeron los cafés, ya lo creo que me los dijeron, más les valía si querían salir sin filtros extraños.
Tras tomar nota les hice unas cuantas fotos, me dijeron que les sacara guapos y les contesté que haría lo que pudiese, pero advirtiéndoles también de que aquello era fotografía, no magia.
Me parece que voy a utilizar este truco en más ocasiones y lo recomiendo a todos los compañeros de profesión, es más, pienso mejorarlo en el futuro forzando la situación, diciendo por ejemplo "Oigan, oigan, pero qué buena pinta tienen ustedes ¿No querrán que les haga una foto?" Una vez que me den el teléfono y estén diciendo "patata,patata, patata" ya serán de nuevo míos.
Bueno, hay que reconocer que este oficio y yo mismo tenemos nuestros momentos, y luego dicen que ser creativo no sirve para nada.
En fin, seguiremos informando. Salud.
martes, 11 de diciembre de 2018
sábado, 8 de diciembre de 2018
La era del desconocimiento
¿Para qué vamos a seguir acumulando, con gran esfuerzo, un saber que en ningún lugar se requiere, ni se valora, que nos aísla como seres humanos, y que además no podemos compartir con nadie, ni transmitir a nadie más, puesto que a nadie le interesa el saber por placer ni en sí mismo?
Cada vez por menos razones, por eso hace tiempo ya que vivimos en la era del desconocimiento.
Cada vez por menos razones, por eso hace tiempo ya que vivimos en la era del desconocimiento.
jueves, 6 de diciembre de 2018
Historias de camareros 19 "El camarero cuántico"
Hoy tenemos a comer un grupo de 40 personas mayores, a las que traen, después de llevarlos de aquí para allá toda la mañana por la ciudad, así que los pobres tienen más hambre que Dios talento.
Los hemos puesto en una mesa grande y cuando comienzo a servirles los primeros, de cuatro en cuatro, se desata la gincana. Antes de que algunos de los platos toquen siquiera la mesa noto un golpe agudo y seco dentro ellos, no puedo creer que sea la cuchara chocando con el fondo del plato, todos van empezando a comer según les sirvo ¡ madre mía, pienso, ya ha empezado, ya ha empezado!
- Más pan, dice una señora mientras pienso ¿Es posible que se hayan comido todo el pan de la la panera antes de empezar Dios mío? Así que voy a por el pan, lo llevo a la mesa, voy a por otros cuatro platos, y cuando llego oigo:
- Más sal.
- Ahora mismo, y entretanto por el rabillo del ojo veo como dos ancianos se disputan uno de los saleros que hemos dispuesto en la mesa.
Voy a por la sal, la llevo y vuelvo a la cocina a por otros cuatro platos, cuando los llevo una señora me dice:
- Yo no tomo caldereta de primero, a mi me tiene que traer una ensalada, ya lo saben en la cocina.
-Muy bien señora, ahora la sacamos, le digo, y en eso estoy cuando oigo ¡Por aquí vino blanco!
- Ahora va el vino blanco, balbuceo, mientras pienso que sólo he conseguido llevar a la mesa doce platos de los cuarenta. Llevo la ensalada, el vino blanco y observo que en la cabecera del fondo de la mesa un señor grande con una chaqueta verde de anciano, me mira con una mezcla de desesperación y ansiedad y con una expresión de hambruna de naufrago cuyos ojillos gritan en silencio ¡Aquí, aquí, socorro, auxilio !
Así que cambio de táctica y cada vez que voy a la mesa y alguien me pide algo le digo:
- En cuanto terminemos de sacar los platos de todos le traigo el aceite, o más pan ( o lo que sea que pidan) que si no ese señor del fondo se va a enfadar conmigo, que lo tenemos allí desabastecido al pobre. Todos parecen entenderlo cuando se dan cuenta de que hay más gente en el mundo e incluso en la mesa.
Por suerte en ese momento recibo la ayuda de Rosa, que estaba en el otro comedor, y ha podido escaparse un momento para echarme una mano. Por fin vamos acabando de servir los primeros, esta vez a buen ritmo, cuando una señora le dice a Rosa:
- Una cuchara, una cuchara, una cuchara, una cuchara, una cuchara, una cuchara una cuchara, una cuchara.. Al principio pienso que es una de esas absurdas señales de llamada de un móvil que alguien no oye y que tanta rabia dan, luego la voz se hace tan insistente y crece tanto en volumen, que creo que estoy enloqueciendo y me voy al almacén intentando escapar de los primeros síntomas de alguna grave enfermedad mental, pero al llegar al almacén, me doy cuenta de que la voz se oye a menor volumen, con lo que descarto que esté en mi cabeza. Aliviado por esta constatación, salgo de mi escondite y veo a Rosa que corre a por la cuchara y que la trae corriendo. La señora no se calla hasta que tiene la cuchara dentro de la dentadura postiza.
Una vez que todos están comiendo se apodera de la sala un silencio absoluto, una paz indescriptible. Todo comienza a ir de maravilla hasta el final del almuerzo.
Los señores se marchan muy contentos y el señor de la chaqueta de anciano se dirige a mi para despedirse
- Muchas gracias, estaba todo muy bueno
- Me alegro mucho señor
- Aunque al principio ha andado usted un poco azacanado
- Es verdad, le digo y le lanzo mi discurso sobre Cristo, que en tantas ocasiones me sirve para explicarme, diciendo: pero fíjese señor si hizo milagros Nuestro Señor Jesucristo, caminó sobre las aguas, multiplicó los peces y los panes, convirtió el agua en vino, resucitó a Lázaro, e incluso resucitó Él mismo, pero eso de estar en dos sitios a la vez eso, no lo hizo, hubiera podido si hubiera querido porque al fin y al cabo era Dios, pero no lo consideró importante este milagro. Entonces si Jesucristo no lo hizo figúrese yo que sólo soy un camarero.
- Hombre, me contesta, pero usted estaba aquí.
- Sí, pero estar aquí y al final de la mesa a la vez es estar en dos sitios a la vez, aunque estén cerca, eso no me lo puede negar.
- Pues tiene usted razón, dice riéndose.
Y poco a poco se van marchando con el espíritu y el estómago contentos.
Yo voy recogiendo y constato, de nuevo, que para gran desilusión de jefes y de clientes el camarero cuántico no existe.
Los hemos puesto en una mesa grande y cuando comienzo a servirles los primeros, de cuatro en cuatro, se desata la gincana. Antes de que algunos de los platos toquen siquiera la mesa noto un golpe agudo y seco dentro ellos, no puedo creer que sea la cuchara chocando con el fondo del plato, todos van empezando a comer según les sirvo ¡ madre mía, pienso, ya ha empezado, ya ha empezado!
- Más pan, dice una señora mientras pienso ¿Es posible que se hayan comido todo el pan de la la panera antes de empezar Dios mío? Así que voy a por el pan, lo llevo a la mesa, voy a por otros cuatro platos, y cuando llego oigo:
- Más sal.
- Ahora mismo, y entretanto por el rabillo del ojo veo como dos ancianos se disputan uno de los saleros que hemos dispuesto en la mesa.
Voy a por la sal, la llevo y vuelvo a la cocina a por otros cuatro platos, cuando los llevo una señora me dice:
- Yo no tomo caldereta de primero, a mi me tiene que traer una ensalada, ya lo saben en la cocina.
-Muy bien señora, ahora la sacamos, le digo, y en eso estoy cuando oigo ¡Por aquí vino blanco!
- Ahora va el vino blanco, balbuceo, mientras pienso que sólo he conseguido llevar a la mesa doce platos de los cuarenta. Llevo la ensalada, el vino blanco y observo que en la cabecera del fondo de la mesa un señor grande con una chaqueta verde de anciano, me mira con una mezcla de desesperación y ansiedad y con una expresión de hambruna de naufrago cuyos ojillos gritan en silencio ¡Aquí, aquí, socorro, auxilio !
Así que cambio de táctica y cada vez que voy a la mesa y alguien me pide algo le digo:
- En cuanto terminemos de sacar los platos de todos le traigo el aceite, o más pan ( o lo que sea que pidan) que si no ese señor del fondo se va a enfadar conmigo, que lo tenemos allí desabastecido al pobre. Todos parecen entenderlo cuando se dan cuenta de que hay más gente en el mundo e incluso en la mesa.
Por suerte en ese momento recibo la ayuda de Rosa, que estaba en el otro comedor, y ha podido escaparse un momento para echarme una mano. Por fin vamos acabando de servir los primeros, esta vez a buen ritmo, cuando una señora le dice a Rosa:
- Una cuchara, una cuchara, una cuchara, una cuchara, una cuchara, una cuchara una cuchara, una cuchara.. Al principio pienso que es una de esas absurdas señales de llamada de un móvil que alguien no oye y que tanta rabia dan, luego la voz se hace tan insistente y crece tanto en volumen, que creo que estoy enloqueciendo y me voy al almacén intentando escapar de los primeros síntomas de alguna grave enfermedad mental, pero al llegar al almacén, me doy cuenta de que la voz se oye a menor volumen, con lo que descarto que esté en mi cabeza. Aliviado por esta constatación, salgo de mi escondite y veo a Rosa que corre a por la cuchara y que la trae corriendo. La señora no se calla hasta que tiene la cuchara dentro de la dentadura postiza.
Una vez que todos están comiendo se apodera de la sala un silencio absoluto, una paz indescriptible. Todo comienza a ir de maravilla hasta el final del almuerzo.
Los señores se marchan muy contentos y el señor de la chaqueta de anciano se dirige a mi para despedirse
- Muchas gracias, estaba todo muy bueno
- Me alegro mucho señor
- Aunque al principio ha andado usted un poco azacanado
- Es verdad, le digo y le lanzo mi discurso sobre Cristo, que en tantas ocasiones me sirve para explicarme, diciendo: pero fíjese señor si hizo milagros Nuestro Señor Jesucristo, caminó sobre las aguas, multiplicó los peces y los panes, convirtió el agua en vino, resucitó a Lázaro, e incluso resucitó Él mismo, pero eso de estar en dos sitios a la vez eso, no lo hizo, hubiera podido si hubiera querido porque al fin y al cabo era Dios, pero no lo consideró importante este milagro. Entonces si Jesucristo no lo hizo figúrese yo que sólo soy un camarero.
- Hombre, me contesta, pero usted estaba aquí.
- Sí, pero estar aquí y al final de la mesa a la vez es estar en dos sitios a la vez, aunque estén cerca, eso no me lo puede negar.
- Pues tiene usted razón, dice riéndose.
Y poco a poco se van marchando con el espíritu y el estómago contentos.
Yo voy recogiendo y constato, de nuevo, que para gran desilusión de jefes y de clientes el camarero cuántico no existe.
miércoles, 5 de diciembre de 2018
En mis sueños para siempre
En mis sueños voy de la mano de una mujer alegre y desconocida que me lleva a mis viejos lugares preferidos. A los parques, a los cafés antiguos, y a los museos.
En el piso superior de uno de estos museos están las estancias donde ella habita. Están llenas de una luz rosácea y de un aire limpio y fresco que alivia la fatiga de mis bronquios..
Una vez en el dormitorio me enseña las cicatrices que tiene en la cara del interior de ambos muslos, yo le enseño las que tengo en mi interior de mi cerebro , también las de los pulmones, y es entonce cuando nos hacemos compañeros para siempre
En el piso superior de uno de estos museos están las estancias donde ella habita. Están llenas de una luz rosácea y de un aire limpio y fresco que alivia la fatiga de mis bronquios..
Una vez en el dormitorio me enseña las cicatrices que tiene en la cara del interior de ambos muslos, yo le enseño las que tengo en mi interior de mi cerebro , también las de los pulmones, y es entonce cuando nos hacemos compañeros para siempre
martes, 4 de diciembre de 2018
Voluntad
El sueño está hecho de recuerdo ¿Qué otro material narrativo y sensible guardamos en nuestros cerebros?
El sueño está siempre allí, incluso durante la vigilia, aunque esté oculto bajo la percepción y bajo el pensamiento consciente.
El pensamiento está hecho también en sus diferentes partes de recuerdos que se combinan entre ellos. así que, si soñamos despiertos, o dormidos, o pensamos no hacemos otra cosa que recordar o juguetear con la memoria.
Cuando durante el día por cualquier razón nuestra atención baja, aparecen como fogonazos destellos de ese soñar que nunca deja de fabular.
En esencia somos lo que recordamos y casi nunca recordamos a voluntad.
El sueño está siempre allí, incluso durante la vigilia, aunque esté oculto bajo la percepción y bajo el pensamiento consciente.
El pensamiento está hecho también en sus diferentes partes de recuerdos que se combinan entre ellos. así que, si soñamos despiertos, o dormidos, o pensamos no hacemos otra cosa que recordar o juguetear con la memoria.
Cuando durante el día por cualquier razón nuestra atención baja, aparecen como fogonazos destellos de ese soñar que nunca deja de fabular.
En esencia somos lo que recordamos y casi nunca recordamos a voluntad.
Historias de camareros 1 "El interrogatorio"
Cosas de camareros 1 El interrogatorio
Una tarde cualquiera de trabajo realizando un tercer grado, como buen camarero, a un grupo de cuatro personas sentadas en la terraza:
Yo: Buenas tardes señores ¿Qué van a tomar?
Señor: Yo un Acuarius
yo: ¿De naranja o de limón?
Señor: De limón.
Yo: ¿Y usted señora?
Señora: Una cerveza
Yo: ¿Caña,copa, o jarra?
Señora: Un jarra.
Yo: Muy bien ¿Y usted?
Señora dos: Un agua
Yo: ¿Fría o del tiempo?
Señora dos: Del tiempo
Yo: ¿Y usted caballero?
Señor dos: Un descafeinado.
Yo: ¿Sólo, con leche o cortado?
Señor dos. Cortado
Yo: ¿De máquina o de sobre?
Señor dos: De sobre.
Yo: Muy bien, entonces un Acuarius de limón, una jarra de cerveza, un agua del tiempo y un cortado descafeinado de sobre ¡marchando!
Y luego dicen que la gente no sabe lo que quiere, no es eso exactamente, lo saben, lo saben, pero les cuesta comunicarlo al exterior, lo noto.
Una tarde cualquiera de trabajo realizando un tercer grado, como buen camarero, a un grupo de cuatro personas sentadas en la terraza:
Yo: Buenas tardes señores ¿Qué van a tomar?
Señor: Yo un Acuarius
yo: ¿De naranja o de limón?
Señor: De limón.
Yo: ¿Y usted señora?
Señora: Una cerveza
Yo: ¿Caña,copa, o jarra?
Señora: Un jarra.
Yo: Muy bien ¿Y usted?
Señora dos: Un agua
Yo: ¿Fría o del tiempo?
Señora dos: Del tiempo
Yo: ¿Y usted caballero?
Señor dos: Un descafeinado.
Yo: ¿Sólo, con leche o cortado?
Señor dos. Cortado
Yo: ¿De máquina o de sobre?
Señor dos: De sobre.
Yo: Muy bien, entonces un Acuarius de limón, una jarra de cerveza, un agua del tiempo y un cortado descafeinado de sobre ¡marchando!
Y luego dicen que la gente no sabe lo que quiere, no es eso exactamente, lo saben, lo saben, pero les cuesta comunicarlo al exterior, lo noto.
viernes, 30 de noviembre de 2018
Refugio
Nos refugiamos bajo las sábanas, tan adentro y tan abajo, que llegamos a desaparecer, como lo hace el monstruo en el truco infantil, en el que el niño imagina al responsable de sus desvelos y va repitiendo mentalmente "Más pequeño, más pequeño, más pequeño" hasta que hace que este caiga en el abismo de la más pequeña de las grietas del pavimento.
Con cada roce de la lengua uno se va deshaciendo en su huida, más pequeño, más pequeño, y de repente se ve buceando dentro de una gota de sudor ajeno, más pequeño, más pequeño, y siente como la presión de una masa oceánica hace crujir sus costillas clavándolas en los pulmones, obligando al aire que queda en ellos, a salir en grandes burbujas entre los dientes, como en la superficie, a miles de metros, ocurre con el gemido que produce el final del orgasmo.
Así, en el espacio de un solo aliento, acaba también la fantasía de que se puede escapar del mundo ocultándolo debajo de la colcha, como haría un mago con su bola de cristal, y con su pañuelo de seda azul oscuro como el cielo de invierno en un atardecer nublado y seco.
Con cada roce de la lengua uno se va deshaciendo en su huida, más pequeño, más pequeño, y de repente se ve buceando dentro de una gota de sudor ajeno, más pequeño, más pequeño, y siente como la presión de una masa oceánica hace crujir sus costillas clavándolas en los pulmones, obligando al aire que queda en ellos, a salir en grandes burbujas entre los dientes, como en la superficie, a miles de metros, ocurre con el gemido que produce el final del orgasmo.
Así, en el espacio de un solo aliento, acaba también la fantasía de que se puede escapar del mundo ocultándolo debajo de la colcha, como haría un mago con su bola de cristal, y con su pañuelo de seda azul oscuro como el cielo de invierno en un atardecer nublado y seco.
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