Hay una señora que habla y habla en un tono grave y otra que escucha y calla. Ella es como un autobús con su motor implacable, que acaba acallando a los viajeros, al final, con su insistencia, al cabo de las somnolientas y monótonas horas de viaje.
La señora es solo un ejemplo. No nos damos cuenta de todo este ruido de fondo que poco a poco subyuga nuestra voz exterior y al final, con su ruido constante y sordo también consigue silenciar la voz del propio interior.
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