miércoles, 27 de junio de 2018

Burbujas

El agua de los ríos, la del mar, el aire,  y cualquier otro fluido que nos envuelve, incluido el líquido amniótico, contienen pequeños glóbulos llenos de pensamientos, que como burbujas de jabón invisibles vagan al encuentro de seres receptivos y sensibles a ellos.

Así que me siento a menudo en la terraza de un bar a esperar que alguno de ellos atraviese mi cuerpo, como hacen los neutrinos con los planetas, acariciando mi mente, amasando mis neuronas, generando un ensueño propio de un gato que dormita bajo el sol.

sábado, 23 de junio de 2018

Pez

En el interior de una pecera un pez plateado, viscoso, afilado y brillante como una sardina, golpea con su boca el cristal y frota sus aletas contra las esquinas del acuario, como haría un gato entre mis pies, pero lleno de melancolía.

Le echo de comer, aunque pienso que quizás necesitaría más una caricia entre los ojos o por debajo de las agallas.

viernes, 22 de junio de 2018

Garras

Ir de aquí para allá, de cuarto en cuarto, buscando

Yendo y viniendo de ninguna a ninguna parte, mientras todo se escapa y fluye, como se escurre un pez anaranjado y casero de las zarpas del gato

Con los bigotes mojados por el chapoteo en la pecera salto de la mesa y olfateo el suelo

Con la ocasión perdida siempre a la vista, me marcho a defenderme dentro de un sueño.


jueves, 21 de junio de 2018

Eso

Una madre amamanta a su hijo cada vez que este llora, pero no es eso

Nadie sabe lo que es

Así el niño se calla, y lo que le ocurre queda dentro de él, empujado hacia el fondo por una leche materna tibia y avainillada

Así nadie se entera jamás de lo que es

Nadie sabe lo que es, ni tampoco el modo de saberlo, pero nunca es sólo eso.


jueves, 31 de mayo de 2018

A primera hora de la mañana

Me echo a la calle a primera hora de la mañana, sin desayunar, hoy toca pinchazo. Salgo del ambulatorio con mi algodón en el brazo y con mi café de máquina en la mano y aprovecho que ya estoy fuera de casa para dar mi paseo mañanero.

A estas horas el panorama cambia y se pueden ver niños de menos de diez años, de uniforme, con sus mochilas a cuestas, llevando una flor en la mano con gran unción.

Me pongo los auriculares, otra vez el gran Bach, y giro hacia el parque, donde una nube de mosquitos que ya ha salido a buscarse la vida, está suspendida a un par de metros del río Huerva. Me cruzo  con gente que se dirige a su trabajo, mientras otras personas aprovechan ese rato, arrancado a la mañana, para correr y jugar con sus perros. Más a la izquierda, un grupo de tres padres jóvenes llevan a sus tres crías a corderetas a la guardería.

Bajando una cuesta, queda al alcance de mi vista el cielo y pienso en Dios, allí,en su nube, rodeado de ángeles, de arcángeles, de santos, todos ellos seres sobrehumanos pero muy inferiores a Él.

Me imagino a Dios en su infinita soledad y me pregunto si no estará algo deprimido el Hombre, sobre todo pensando en todo lo que todavía le queda por aguantar de eternidad, en esa situación de aislamiento emocional e intelectual y la verdad es que me compadezco de Él. Hace ya tiempo que no le van bien las cosas, con todo ese fiasco de la creación y del ser humano, que tantos disgustos le sigue dando.

Quizá debería probar a caer, como el ángel de "El cielo sobre Berlín" y caminar como uno más, escuchando al gran Bach, para contemplar los mosquitos sobre el río, a los niños que van a la escuela absortos con su flor en la mano, para emocionarse escuchando las risas de los niños pequeños que son llevados a cuestas por sus padres, para poder disfrutar del calor de nuestra estrella y de la vida que pasa.


martes, 29 de mayo de 2018

Comunicación

Voy como siempre paseando con mis auriculares puestos, hoy toca Bach. Veo a unos conocidos, ellos también me ven a mí, pero no nos saludamos. Es lógico, hace mucho que perdimos el contacto. Pienso entonces en un artículo de  Paul Watzlawick que leí hace tiempo, en el que se hablaba de la "imposibilidad de no comunicar" y venía a decir que siempre estamos emitiendo una señal, y que incluso el acto de no decir, o de no saludar, es un mensaje en si mismo.

Continúo mi camino. Siguen sonando Las Seis Partitas del gran Bach en las manos del genial pianista Glenn Gould, que son para mi un bálsamo, un masaje cerebral en el que la sangre estimula todas mis neuronas, inundándolas  de belleza, como el agua inunda un campo de arroz.

Pienso entonces en cuanto me gustaría que personas cercanas a mí, pudieran disfrutar de esta pieza tanto como lo hago yo. Al momento vuelvo a la idea de Watzlawick y me parece que ha quedado incompleta porque, así como es cierto que no podemos dejar de comunicar nuestras emociones más básicas, resulta casi imposible transmitir conocimientos y emociones más profundas.

A pesar de que estas ideas simples, son casi imposibles de no ser comunicadas, existen profesionales especializados en habilidades sociales, que ayudan a quienes tiene problemas para expresarse correctamente, a hacerlo mejor,  para evitar conflictos no deseados.

Al parecer la psicología es la única ciencia que se ocupa de estudiar estas emociones complejas, pero siempre llega tarde, cuando los sentimientos reprimidos, no comprendidos, y por tanto incomunicados, han hecho enfermar la mente de la persona.

El arte hace, como buenamente puede, este papel de válvula de escape desde el principio de los tiempos. Las personas que tienen habilidades artísticas pueden volcar en ellas sus mensajes y utilizar las diferentes disciplinas artísticas como formas de comunicación, aunque esta comunicación es  indirecta, puesto que ni el propio artista sabe a veces de qué aspectos inconscientes se compone su obra, ni tampoco sabe quién recibirá su mensaje, ni cómo lo interpretará, así que esta comunicación artística es más un grito, que un mensaje de algo que se conoce y que se necesita comunicar con claridad. De hecho el arte es algo que debe ser interpretado para poder ser entendido.

Así es como en este vacío de técnicas de comprensión y de comunicación de ideas y sensaciones, se forja nuestro aislamiento.

Nos quedamos a medio hacer, a medio vivir, desperdiciando el sentimiento y conocimiento de los demás, que siempre es diferente al nuestro y del que podríamos obtener sabiduría y sobre todo la compañía que tan a menudo nos falta.

jueves, 17 de mayo de 2018

Ayuda humanitaria

La incomprensión tiene su primer responsable en un fallo de diseño del cerebro, que no puede ver ni sentir nada que no conozca, o que no haya padecido en sus propias carnes. Por eso son tan difíciles la educación  y la comunicación , hay que repetir todo muchas veces, poniendo ejemplos, es decir, asociando lo que queremos explicar, con otras cosas ya conocidas por nuestros interlocutores.

A esto se suma la sordera funcional, que sufren personas, que teniendo sus sentidos auditivos, o en su diversidad, sus sistemas de comunicación de signos operativos, oyen pero no escuchan.

¿Cómo podríamos ser sensibles al otro, entenderlo y acompañarlo? : Con mucho, mucho esfuerzo.

Por último hay que añadir a todo esto el auto engaño. Hay personas que comprenden la miseria humana,sobre todo la física, y recorren medio mundo para ayudar donde la falta de todo es más evidente. Esto es en si muy loable y desde luego este tipo de hazañas no sobran,  sino todo lo contrario, pero es diferente, ayudar allí donde en realidad no nos conocen, hacerlo por un tiempo limitado, y separados físicamente por un océano de nuestra buena acción, que ayudar al prójimo, y no me refiero con esto a ayudar a los españoles, hay aquí también inmigrantes que carecen de todo.

Está claro que ayudar en el propio entorno comporta un riesgo. Una vez que nos quitamos la careta y que todos pueden ver que somos humanos dispuestos y accesibles, podríamos ser objetivo de personas que simplemente, por necesidad, no pusieran límite a sus peticiones, pudiendo perder así, el control de nuestras propias vidas.

Pero tampoco me refiero con ayudar al prójimo a ayudar a estas personas, que lo merecen, pero que todavía están lejos de nosotros.

Digo todo esto porque unas tres mil quinientas personas se suicidan al año en España (casi diez al día)  y llegan a esto porque no reciben la ayuda del estado, ni de sus psiquiatras, ni de sus psicólogos, y a veces ni de sus familias ni de sus amigos, porque estos, bien no saben muy bien qué hacer o esperan que sean otros los que realicen esta incómoda tarea.

Vivimos e una sociedad que está ciega y sorda. Si ni siquiera es capaz de mantener con vida a los que viven en ella ¿cómo va a ser capaz de resolver cualquier otro problema?

Suelta un lastre muy valioso esta sociedad, y no le importa mucho,porque en realidad está muerta.