Hoy las he visto por tercera vez. Las dos mismas famélicas ancianas. Ha sido en un paso de cebra, yo iba caminando y ellas estaban sentadas dentro de un Peugeot 205 rojo como el infierno.
No sabía de qué se reían pero hoy, de alguna forma lo he descubierto
.
Me han mirado mientras se reían de mí, de mis más secretos pensamientos y sentimientos, me desnudaban con sus miradas y se reían a carcajadas con grandes e hirientes risotadas.
Yo no era la única víctima, parecían saberlo todo de todo el mundo y de todo el mundo se reían a mandíbula batiente, moviendo arriba y abajo sus famélicas quijadas.
He salido de su campo de visión y me he acercado al coche por el lado de la conductora.
El salpicadero no era el de fábrica, llevaba un accesorio incorporado que sujetaba dos Gin-Tonics y en el fondo de las copas se movían también al ritmo de sus carcajadas sus dentaduras postizas de repuesto.