domingo, 8 de febrero de 2015

Mi madre decía. Mi madre dice.

       

               Cuando toda la familia estaba reunida, abuelos, tíos, hermanos, nietos  etc.. mi madre a veces nos miraba a todos y decía “Hijos míos, estamos todos en una edad muy mala” y cada cuatro o cinco años repetía la operación

             Mi madre dice muchas veces “Cuando lleguemos a ese río tenderemos ese puente” en un alarde de lo que los psicólogos han dado en llamar mindfulness.

           Un día hablando con mi padre sobre mi madre, estaba yo quejándome  de ella, como hacemos todos los hijos algunas veces, de algo sin importancia que había hecho o que había dejado de hacer, cuando mi padre me dijo:

- Quique, tu madre tiene muchas buenas cualidades.   A lo que yo respondí.
- Si, si, también las tiene. Y los dos reímos.

    Aunque nunca conviene decirlo muy alto ni muchas veces, suelo hacer caso a mi madre mucho más a menudo de lo que ella cree.

    Últimamente mi madre dice “Ahora hay que tener mucha paciencia”.

    Yo lo repito como un mantra y procuro tenerla.
   

La óptica


             Entro en una óptica casi por casualidad pensando que me van a decir que tengo la vista cansada o algo así  y salgo con 1,75 dioptrías  de lejos, con 0,75 de cerca , con una dioptría  de astigmatismo y gafas de las que hay que llevar todo el rato.

             El astigmatismo es algo que se tiene de nacimiento. El ojo no es esférico y eso deforma la visión. 

             Bastante cabreado pienso  ¿Ninguno de los oculistas a los que he ido en mi vida se han tomado la molestia de mirarme bien?

             Bueno, dejemos el tema y el enfado y veamos, por fin, el lado positivo. Me pongo las gafas y las nubes tienen volumen, no digo más.

            Y dicho esto me pregunto:

 -¿Puede mejorar esto mi capacidad intelectual? (No es cierto que todos estemos contentos con la inteligencia que tenemos).

-  ¿Puede esto incluso empeorarla? (esto si que sería preocupante).

- Tengo una amiga que cuando íbamos juntos al cine me decía “Quique me voy a poner las gafas que oiré mejor”.  Y la chica  decía que era verdad que oía mejor con gafas. ¿Me pasará lo mismo a mi? ¿Oiré mejor con gafas?

  -¿Mejorará mi caligrafía? No olvidemos que el astigmatismo deforma la visión  y por tanto también las letras. Digamos además que mi mala letra es legendaria, que mis amigos me regalan regularmente los cuadernillos Rubio y que cuando me ven escribir me dicen con sorna “¿Qué Quique, otra vez escribiendo en Inglés ? 

   De hecho una vez tuve una profesora de Inglés que tras cada examen me decía “Artiach no le puedo suspender porque no se muy bien lo que ha escrito, en el recreo vaya a la sala de profesores” 

  Una vez allí comenzaba el juego, ella me preguntaba: ¿Qué ha puesto aquí, since o for? a lo que yo respondía ¿Usted que cree?

-¿Al ver más cosas, un 20% más, escribiré más?

- ¿Seré "más bueno", más humano?


   Y por último ¿Me estaré quedando también sordo?



lunes, 2 de febrero de 2015

Poniendo cafés

                     

            En mi trabajo de camarero preparo a primera hora de la mañana dos cafés con leche para dos curas que hablan de sus asuntos. Esta vez son asuntos mundanos.

            Vierto la leche batida sobre los cafés y al final aparecen en las superficies dos dibujos en forma de espiral.

            Pienso mientras tanto en cuando de niño cogía de una estantería alta un atlas universal para ver fotografías de nebulosas espaciales. Buscaba entre ellas la más colorida, brillante y hermosa y entonces decidía por mi mismo que aquella nebulosa era Dios y me sentía  por ello reconfortado y seguro.

           Sirvo los cafés y me alejo pensando que una vez de niño estuve cerca, muy cerca de Dios



miércoles, 14 de mayo de 2014

Ramona

Llegamos a las siete de la mañana a un pueblo que está a cuarenta kilómetros de Zaragoza. Voy a hacer una prueba para un trabajo de cocinero en una residencia de personas mayores. Para llegar a esa hora hemos tenido que levantarnos a las cinco de la madrugada y como no sé conducir me ha llevado Anabel.
Se suponía que una compañera me iba a enseñar el trabajo pero no entra hasta las ocho así que nos quedamos en la recepción esperando.
Aparece en calzoncillos, con su andador, Juan, que se ha levantado y ha corrido hacia el desayuno algo desorientado. Las chicas de la residencia le acompañan amablemente a su habitación. Todavía es muy pronto para desayunar. Entonces entra en escena Ramona, también con su andador pero vestida y con las ideas claras:
           Dame un cigarro, dame un cigarro.
           Vaya, ya está aquí Ramona, dice una de las chicas, le da un cigarro de la cajetilla que Ramona tiene guardada bajo el mostrador y Ramona sale al jardín a fumar.

lunes, 5 de mayo de 2014

El mismo

    En mis sueños conduzco un viejo coche por pistas de tierra entre campos de labranza de secano.
Salgo del coche y tengo tu aspecto, y eso que cogí el coche para huir de ti.
Vuelvo a la casa de campo de la que huía y al entrar todo es sombrío y siniestro. Paso entre figuras familiares enfermizas, moribundas. Subo la escalera de madera y allí nos encontramos de nuevo. Te doy la espalda, vuelvo a marcharme por donde he venido, cojo el coche y en el mismo recodo del camino me paro para comprobar con una gran angustia que me destroza que tú y yo, en mis sueños, somos el mismo.

jueves, 1 de mayo de 2014

Peso

                                                                           


¿Cuánto pesa un solo edificio? ¿Cuánto pesa un bosque con todos sus árboles, con todos sus pájaros y con todos sus insectos? ¿Cuánto pesa el agua contenida en una presa con todos sus peces?
Sentado en un café veo todos los días todo este peso de cada uno de los pasos que da cada viandante y que caen atrapados sin remedio en la Tierra, veo el peso de cada coche que a su pesar no despega.
Luego está el peso simbólico. ¿Cuánto pesa la cartera o la palabra de un hombre o de una mujer? ¿Cuál es el peso de un país?
¿Cuánto le pesa, en fin, a cada cual su propio mundo interior?

lunes, 28 de abril de 2014

Buzón

   En mis sueños a mi viejo buzón, el de la primera casa en la que viví, el de la primera casa que tuve y que perdí, siguen llegando cartas.
Estoy en el portal, el buzón esta lleno de cartas y no las puedo sacar.
Desisto frustrado. Recuperarlas desde hace mucho tiempo es imposible.
Subo al ascensor. A la casa sí que puedo entrar, pero la casa está vacía.
Las mismas moquetas, las mismas puertas, los mismos armarios, pero dentro de ellos, nada.
El mismo olor destilado durante años por las personas que vivimos allí. En mis sueños mi primera casa todavía huele a nosotros, pero nosotros ya no estamos.
Abro la ventana de la cocina que da a un amplio patio interior cuadrado. También el patio sigue igual, con sus baldosas color teja.
Aúllo contra el suelo del patio con una añoranza profundamente íntima y desesperanzada y el suelo del patio recoge mi voz como me acogió el seno materno contestándome con un eco primigenio cálido y perfecto.
Entonces salto con fuerza al vacío. Sé que esta es la única forma de volver, pero entonces me despierto, desgraciadamente como siempre, justo antes de tocar el suelo.