viernes, 7 de marzo de 2014

En mis sueños hierba

En mis sueños no caigo desde el cielo, yo ya estoy abajo tumbado entre la alta hierba.
A través de las briznas y tapándome el sol aparece John Lennon con su barba, con su pelo largo y con el traje blanco. Desde el interior de sus gafas me dice:
            ¿Qué haces allí abajo, que no te levantas?
A lo que contesto:
            Déjame en paz, joder. Ya he escuchado todos tus discos.
            ¿Ah, sí? ¿Y qué te parecieron?
            Me gustaron más los de Joni Mitchell. Lo siento, John, los tuyos ya están muy sobados. Por cierto, me levantaré cuando tú te levantes de tu tumba. No me molestes más.


John se desvanece y el viento mece de nuevo la hierba y mi paz.

martes, 4 de marzo de 2014

En mis sueños mi gata



En mis sueños mi gata se hace gigante y va caminando a Woodstock, donde de un solo bocado engulle a Jimi Hendrix con su Stratocaster y todo.

Ella se relame y Jimi sigue y sigue tocando como un jodido poseso del demonio en el interior, lo que produce en mi gata un suave y profundo ronroneo perfecto para sestear bajo el sol.

lunes, 3 de marzo de 2014

En mis sueños

En mis sueños nado bajo una enorme ballena azul que me acaricia con su vientre blanco y calloso.
Me siento orgulloso, seguro y protegido cuando emite sus bellos y profundos sonidos que abaten mis penas y mis miedos, haciendo vibrar mis entrañas y golpeándome en el justo centro de mi corazón.

Me giro hacia arriba y le devuelvo la caricia a mi madre con mi tripa blanda y todavía suave y así, hacia arriba, en mitad del agua inmensa del océano, velado por la gran sombra de mi madre, imito su canto y por primera vez veo el sol.

                                                           



martes, 25 de febrero de 2014

Sobre "LA Música"

  Todos sabemos muy bien o que es la música. Antes de que supiéramos hablar nuestras madres ya nos arrullaban cantando con ella y esos sonidos fueron a nuestros oídos y a nuestros cerebros lo que la leche materna a nuestras bocas o a nuestros cuerpos. Así que nadie necesita que venga ningún intelectual a que nos la explique.
 Nadie debería apropiarse de algo que existe desde los albores del ser humano y del reino animal, no olvidemos que muchos otros animales al igual que nosotros también arrullan a sus crías cantando como hacen los pájaros o las ballenas. pero de esta música, de la verdadera música, verdadera y esencial nadie habla.

martes, 18 de febrero de 2014

La clínica


No hay razón para ello pero existe algo obsceno, surrealista, humillante y extraño en recogerse uno a sí mismo una muestra de semen a las nueve cuarenta y cinco para coger un taxi a las nueve cincuenta para llegar a la clínica privada antes de las diez treinta y esperar ante un mostrador con la muestra en el bolsillo de la chaqueta calentándola con la mano izquierda porque, según te dijeron las enfermeras, cuando hiciste lo mismo para el espermiograma, el calor les va bien a tus chicos.
La recepcionista te pregunta si le has puesto el nombre, como no lo has hecho intenta escribir tu nombre y tus apellidos en una pegatina. Como no le sale escribir tu primer apellido bien acaba por escribir, en tu muestra de semen, el nombre y apellidos de tu mujer. En el segundo apellido se deja una tilde, eso sí, lo escribe todo con mayúsculas. La recepcionista no toca la muestra y te da la pegatina para que tú mismo la pegues en el bote. No recoge la muestra y te hace esperar en una salita muy moderna a que salga una señora del laboratorio que te pregunta si el nombre de la etiqueta es el mismo que le han dado a ella. Comprueba que es así y te dice que te pases a recogerla a la una y cuarto.
Tú subes las escaleras que llevan a la puerta de la clínica privada, impolutas, te pones las gafas de sol y sales de allí como si hubieras cometido alguna falta y con un agujero más en el alma, pequeñito, pero al fin y al cabo con otro agujero y te vas como si nada a un bar cercano a tomarte un café.

jueves, 6 de febrero de 2014

El segundo café de la mañana

Voy al trabajo caminando y en la puerta de un bar veo a un hombre vestido de faena, con el mono lleno de manchas de pintura. Fuma y bebe café con la mirada preocupada, perdida y algo esperanzada. Está buscando en el segundo café de la mañana el impulso que le falta para volver al tajo.

El segundo café de la mañana es una de esas cosas que no te falla nunca, como los primeros discos de Tom Waits o los últimos de los Beatles, como medio orfidal a tiempo, como una tortilla de patata, como unos calcetines gordos, como un tiro en la sien. Cumple su cometido en el mundo con una efectividad asombrosa, barriendo del cuerpo y del pensamiento la pereza y la desesperanza contumaces. 
Sigo camino y veo también a manadas de niños cargados con unas mochilas monstruosas que se enfrentan a su mundo sin Tom Waits, sin los Beatles, sin orfidal y sin el segundo café de la mañana. ¡Qué valientes son! ¡Y qué pequeños!

Casi llego a mi destino, me siento en un bar cercano al trabajo sí, es mi segundo café de la mañana. Frente a mí hay un instituto al que entran en tropel manadas de chavales y de chavalas que hacen lo mismo que hice yo, que hicimos todos: ir hacia el futuro por inercia, sin la menor intención. Pienso que todo se repite una y otra y otra vez y les deseo a todos ellos que en el futuro no les lleguen a faltar, si no las cosas grandes, al menos las cosas pequeñas como el segundo café de la mañana y alguna cosa medianeja, como la esperanza.

martes, 4 de febrero de 2014

Desamor

Un desamor tremendo, no sé si me entiendes. No me refiero a un fracaso sentimental. Yo me refiero a algo más profundo, a algo que está más adentro. Me refiero a la falta de amor. No a la falta de amor real, pues a casi todos al final acaba por querernos alguien, sino a esa carencia asentada y sentida desde el inicio de la vida.
Si fuera más insensible no lo notaría y si fuera más débil aceptaría cualquier droga o me metería en cualquier cama o desaparecería para siempre para no sentirlo más.
Aquí está mi viejo compañero dispuesto a no dejarme ni un solo momento, ni siquiera en los peores.
No me digas, lector, que te estoy desolando. Si puedo tocarte eso con mi pluma es porque «eso» tú ya lo tienes allí dentro y es tuyo y no mío. Disculpa si te he pinchado un poco con esta tinta azul que lleva mis cuadernos y mis noches en vela.